Disuelve la armadura

Todos llevamos una armadura a nuestro alrededor y es una armadura que no esta adherida a nosotros, sino que nosotros somos los que estamos adheridos a ella, pues nos es de mucha utilidad para no dejar que otros vean lo vulnerables y heridos que estamos. El problema es que nos identificamos tanto con esa coraza o armadura que pensamos que es nuestro rostro original y por tanto actuamos en nuestra vida, como un actor o actriz  interpretando un papel o guión de cine de nuestra propia película de vida: , el bueno/a, el malo/a, el trabajador/a, el padre, el honesto/a, la madre, el espiritual, el intelectual, el rico/a, el pobre, el enfermo/a etc. Esto es algo de lo que nos tenemos que «dar cuenta» para poder tirar esa armadura, quitarnos ese peso de encima y no seguir nutriéndola y alimentándola continuamente.

Si nos fijamos, los niños fluyen, no tienen partes congeladas en ellos, entienden su cuerpo como un «todo» o unidad orgánica.  Para ellos la cabeza no es tan importante como para los adultos condicionados y los pies si lo son. Ellos no tienen toda la energía en la cabeza a diferencia de los adultos (elucubrando, pensando, soñando, preocupándose  etc.)  sino que fluye por todo su cuerpo de manera natural, de hecho no existen demarcaciones. Sin embargo poco a poco esas fronteras entre las partes del cuerpo, empiezan a aparecer y de pronto la mente se convertirá en el «jefe», el maestro y al final quedará dividido en partes con líneas divisorias imaginarias. Algunas serán aceptadas por la sociedad y otras partes no, las cuales serán reprimidas ya que se les otorga la etiqueta de «peligrosas» y tienen que ser destruidas: esa es la raíz del problema.

Para resolverlo, sería conveniente observar en que partes del cuerpo tenemos esas limitaciones y para ello podemos hacer tres cosas:

Una: caminando o  sentados en un lugar donde no estemos haciendo nada, espiramos profundamente. El Énfasis debe estar en la espiración, no en la inspiración. La espiración tiene el significado simbólico de dejar partir, de dejar de ser, de sacar nuestro personaje y nuestro falso ego, por lo que expiraremos profundamente, sacando todo el aire que podamos, pero poco a poco. Cuanto más tiempo nos lleve mejor, pues será más profundo. Y cuando todo el aire que había en nuestro cuerpo haya salido, el cuerpo inspira por si solo, no somos nosotros los que inspiramos, sino que el cuerpo inspira de forma automática, no depende de nuestra voluntad. Resumiendo, la expiración debe ser lenta y profunda y la inspiración rápida. Esto modificará nuestra armadura cerca del pecho.

Dos: si podemos comenzar a correr un poco, esto nos ayudará. Con un par de kilómetros bastará. Mientras corremos podemos visualizar (la energía sigue a la imaginación) como un peso está desapareciendo de nuestras piernas, como si se estuviera cayendo. La armadura está en nuestras piernas si nuestra libertad ha sido demasiado restringida, si se nos ha ordenado que hacer, como ser y adónde ir. De hecho a la mayoría de los adultos nos cuesta mucho bailar, danzar o expresarnos con el cuerpo, fruto de esa represión inconsciente que nos creemos no tenemos, que con nosotros esto no va. Entonces seguimos corriendo y mientras lo hacemos, prestamos más atención a la expiración. Cuando recuperamos nuestras piernas y por tanto nuestra fluidez, sentiremos un gran flujo de energía.

Tres: por la noche, cuando vayamos a acostarnos y mientras nos quitamos la ropa, simplemente imaginamos que no solo nos estamos quitando prendas, sino que también nos estamos quitando la armadura. Nos la quitamos y hacemos una respiración profunda, después nos vamos a dormir sin armadura, sin nada en el cuerpo y sin restricciones.

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